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Expectativas de Recuperación para la Región de Centroamérica y Latinoamérica para el 2021

Por: Eddy Silvera



Las economías de América Latina y el Caribe lograron recuperarse de la devastación económica inicial de COVID-19 durante el 2020, pero el resurgimiento de la pandemia hacia fines del año pasado amenaza con frustrar una recuperación desigual y aumentar los elevados costos sociales y humanos.


Después de la fuerte contracción del primer semestre del año pasado, la dinámica recuperación del segundo semestre del 2020 superó las expectativas en algunas economías más grandes, como Brasil, Perú y Argentina. La manufactura se recuperó más rápido que los servicios. Las exportaciones netas se han recuperado a los niveles anteriores a la crisis, mientras que el consumo y la inversión tuvieron un débil desempeño. La región tuvo un crecimiento negativo de PIB -7.4% para el 2020 y se espera una reversión de este indicador para el 2021.


Sin embargo, esta recuperación ya desigual se ha visto amenazada por el reciente resurgimiento de la pandemia y la reintroducción de medidas de contención más estrictas en algunos países, así como por los efectos secundarios de la desaceleración de la economía mundial. Los casos nuevos y las muertes han aumentado en el primer trimestre del 2021 en América del Sur y Central, aunque hay signos de estabilización más recientemente. La capacidad hospitalaria se ha ampliado en muchos países y la capacidad de prueba sigue siendo baja en comparación con las economías avanzadas y otras economías emergentes, a pesar de algunas mejoras desde agosto.

Se espera que la región tenga un crecimiento de 4.1 por ciento en el primer semestre del 2021 con base en el desempeño más fuerte de lo esperado en 2020, una expectativa de expandir los esfuerzos de vacunación, mejores perspectivas de crecimiento para los Estados Unidos y mayores precios de algunos productos básicos. También hay expectativas que el crecimiento se acelere a finales de año.


Los costos sociales y humanos de la pandemia han sido inmensos y proyectan una gran sombra sobre este pronóstico. Se estima que alrededor de 17 millones de personas han caído en la pobreza. El empleo se mantiene por debajo de los niveles previos a la crisis y es probable que la desigualdad haya aumentado en la mayoría de los países. Más de 18 millones de personas se han infectado y medio millón ha muerto.

La imposibilidad de contener nuevas infecciones, la imposición de nuevos bloqueos y el consiguiente cambio en el comportamiento de las personas afectarían al crecimiento. Un repunte más débil en los mercados laborales causaría un daño social más permanente. Un cambio repentino en el sentimiento de los inversores internacionales presionaría a los países con vulnerabilidades fiscales y externas. Por el lado positivo, el éxito en la vacunación y la contención de la pandemia, con lo que la mayoría de los países están firmemente comprometidos, así como el apoyo fiscal adicional crearían las condiciones para una recuperación más rápida.


Se esperan comportamientos distintos de recuperación entre los países de la región. Si bien el crecimiento de este año en Brasil, México, Chile, Colombia y Perú se revisó al alza, se rebajó para el Caribe, de 4.0 a 2.4 por ciento, porque la reanudación de la actividad vital de viajes y turismo ha sido mucho más lenta de lo previsto.


Centroamérica se ha visto respaldada por fuertes remesas, el aumento de los precios de los alimentos y un apoyo político eficaz. Centroamérica y el Caribe enfrentan el riesgo adicional de desastres naturales, como lo demostró la devastación de los huracanes Eta e Iota en noviembre pasado.


Sin embargo, todavía queda un largo camino por recorrer para la recuperación total. Se espera que la región volverá a sus niveles de producción anteriores a la pandemia solo en 2023 y al PIB per cápita en 2025, más tarde que en otras partes del mundo. La crisis tuvo un impacto desproporcionadamente grande en el empleo con pérdidas concentradas entre las mujeres, los trabajadores jóvenes, informales y de menor nivel de educación, con consecuencias negativas significativas en los indicadores sociales de los países de la región.


Dadas todas las incertidumbres, la primera prioridad de los países debe ser garantizar recursos adecuados para los sistemas de atención de la salud, incluidas la vacunación y las pruebas. Y segundo, seguir apoyando a los sectores vulnerables más afectados por la pandemia y apoyando la incierta recuperación. Disminuir el apoyo fiscal pronto pondría en peligro estos objetivos. Los países con espacio en su presupuesto para un mayor gasto deberían continuar brindando apoyo a sus economías al tiempo que lo hacen más focalizado, un esfuerzo que ciertamente aceleraría la recuperación. Los países con capacidad de gasto limitado deben priorizar la salud y el apoyo a los hogares.


Los países pueden encontrar el espacio para un mayor gasto en presupuestos restringidos si pueden demostrar su compromiso con políticas fiscales creíbles y sostenibles a mediano plazo una vez que la pandemia haya terminado. La política fiscal debería seguir apoyándose en una política monetaria expansiva en los países donde las expectativas de inflación están bien ancladas. Las políticas del sector financiero deben continuar facilitando el apoyo de liquidez al sector empresarial, con el objetivo de hacerlo más focalizado sin comprometer la estabilidad financiera.



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